Con mi llegada a Trabzon,realizo mis preparativos de mantenimiento de Duna(mi bicicleta) y de la visa para Irán.
Trabzon es una ciudad grande en la costa del mar Negro.En ella,a mi temprana entrada lo primero que hice fue buscar algun hostal muy barato para pasar el fin de semana y arreglar tranquilamente el visado.Tuve suerte de encontrar uno a cinco minutos del consulado iraní y a diez de la oficina de transporte ,en la cual recibiría mi paquete de repuestos de España.
Días atrás el talón derecho me estaba molestando un poco mas de la cuenta superados los setenta kms .Sin saber cómo y por qué,mis pies empezaron a hincharse de una manera preocupante,por lo que llamé a mi amiga y fisioterapeuta Laura y ella me indicó cómo hacer desaparecer ese malestar.Por suerte y gracias a ella,todo se calmó en dos dias.
Me acerqué al consulado sólo con intención de informar y terminé haciendolo en la misma mañana.Conocí a varios mochileros y a Christian,un ciclista alemán con el que compartiría ruta hasta la entrada a Georgia.
Tras descansar el fin de semana,Chris y yo nos ponemos en marcha y comenzamos a pedalear la costa hasta la frontera.
Fueron pocos días pero en ellos pudimos disfrutar de la preciosa mezcla de montaña y playa .
Aprovechámos y nos bañamos dos y tres veces en playas y ríos para combatir el calor.
Christian,viaja en una bicicleta reclinada,por lo que la espectación aumentaba en mi camino.Cuando alguien viaja con una bicicleta llena de alforjas ,la curiosidad de mirar atentamente y en muchas ocasiones pararte para preguntarte ,está garantizada.En este caso,esa bicicleta cargada está acompañada de otra que la inmensa mayoria de las personas no han tenido la oportunidad de ver y más aún con su cofre para guardar sus cosas,pintado de colores y decorados con dibujos similares a mandalas.
Tuvimos la suerte de encontrar a nuestro paso,las montañas donde se cosecha gran parte del té q se consume en Turquia.Nos adentramos pedaleando cuesta arriba con la sensación de estar en la jungla.
Poleas por todos lados,las cuales son usadas para transportar el té con facilidad.
El cielo nublado nos calmaba la calor,pero la sensación de humedad nos hacía sudar como si de treinta y cinco grados de temperatura se tratase.
En la parte alta,una familia nos acoge para ofrecernos su propia cosecha e invitarnos a merendar.Con el estómago lleno y la suerte de conocer a tan encantadora gente,acampamos junto a un río.
Son muchas las ocasiones en las que reflexiono acerca de lo alejados que estamos del contacto con nuestras raíces,con la naturaleza.Un paseo por el campo,disfrutar de una noche de estrellas fuera de la contaminada ciudad,andar descalzo por la tierra o la fresca hierba.Son placeres que dan vida y desafortunadamente se hace caso omiso.
Esta vida de nómada me está volviendo a alimentar el alma de estos regalos,de fusionarme con lo que me aporta armonía para mi persona.
Noches de vistas al mar,a la montaña y de acampadas bajo carpas de madera refugiados de verdaderas tormentas.
La frontera de Georgia nos recibe pidiendo paciencia por sus largas colas de gente y nos hace despedir de Turquia,un país que me ha regalado la oportunidad de conocer nuevas e interesantes costumbres
Un sello nuevo en el pasaporte nos invita a pedalear sonrientes .
miércoles, 13 de agosto de 2014
La costa del Mar Negro
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