La recta final de mi etapa por europa ya era una realidad. Decidí pasar a Macedonia por su cara oeste para visitar ese enorme lago que me aparecia en el mapa.
La frontera estaba tras subir un pequeño puerto de montaña.
Tras la subida, llega la bajada por lo que diez kilómetros cuesta abajo me hizo aterrizar en Struga.
Pregunté zona para cambiar dinero y la misma señora amablemente me indicó donde me podría hospedar económicamente.
Una casa familiar que alquilan habitaciones por solo ocho euros.
Una casita pegada al lago.
Decidí descansar un par de dias alli y aprovechar para solucionar par de gestiones atrasadas.
Asombrado por los precios tan bajos, aprovecho y como un poco más de la cuenta.Un menú( aunque sea comida rápida) por poco mas de un euro, creo que es para ponerse las botas.
Pude disfrutar de un certamen de musicas de los Balcanes, donde grupos folclóricos de cada país hacian galas de sus mejores bailes y ropas típicas.
Despues de esta apetecible estancia me dirigía hacia el sur. Visitar pueblos como Oshrid, donde pude hacerme con un gorro para combatir con el sol.
La gente en general ,en este pais es tranquila.
Es un pais muy musical, las fiestas con músicas populares están presentes allá donde vayas.
Disfruto de mis ultimos dias en Macedonia, con sol y comenzando a beber mucha agua. Creo que fueron cinco dias los que estuve , y es que, se trata de otro pais pequeño, el cual con la media de kilómetros que suelo hacer por dia , terminas recorriendolo rápidamente.
Bitola, último lugar antes de pasar a Grecia me regaló un certamen de Aerobic al aire libre, donde cientos de mujeres seguian los pasos de la monitora al ritmo eso sí, de musica disco muy desfasada, aunque resultó ser muy divertido.)
A poco de entrar en Grecia, mi último país occidental.
Para ello que mejor que ir en busca del mar.
La frontera la crucé por el centro-sur, camino a Florina, un pueblo grande con ambiente estudiantil y mucha vida en sus
calles.
La idea era recorrer el norte hasta la ciudad de Tesalonika.
En mi camino a dicho lugar no hubo grandes cosas por ver. La carretera se me hizo un poco monótona aunque las posibilidades de acampada libre eran infinitas.
Tesalonika es una ciudad con mucha historia y la segunda con más población de Grecia. Alli pasé el dia recorriendo su largo paseo marítimo con sus respectivos carriles bici y disfrutando de la comida local, ya que no siempre va a ser pasta y arroz en mi dieta.
Mi próximo destino sería la milenaria Atenas.Mientras reflexionaba acerca de la ruta a elegir, un chico mecánico resulto ser couchsurfer y me hospedó en su taller junto a dos chicos más q viajaban a mochila.
El camino hacia el sur , lo hice por la costa Este. Cientos de playas y calas.Recorridos de perderme por montañas en las que de repente , si no tuviera cuidado caería barranco abajo hacia bonitas pero peligrosas calas.
Del calor insoportable a lluvias, y de las lluvias a producirse un barro que no me permitía avanzar ni diez metros con la bici. Pero la vida sobre dos ruedas es eso mismo, adaptarte a toda clase de climatología y situaciones.
Dormir en la playa,uno de los mayores placeres aunque en ciertas ocasiones tuve que usar la tienda para evitar la batalla con los mosquitos.
El trayecto era algo lioso, ya que hacia el sur la mayoría de las pistas eran sólo para coches y las carreteras secundarias necesitabas ser un griego para saber donde desembocaban.
A pesar de ello, logro llegar a Atenas, lo hice sobre las ocho de la mañana de un domingo. Justo a esa hora, es cuando abren al público la famosa Acrópolis.
Es allí, donde conocí a Michael, un libanes con el que compartí el día y buenos consejos por su parte, ya que es capitan de barcos y ha viajado bastante.
Juntos fuimos a Pireaus, a diez kilómetros de la ciudad. Un puerto con barcos que te llevan a todas las islas posibles.
De varias agencias a las que pregunté, ninguna me daba opción de poder tomar un barco hasta Egipto, asi que, opté por saltar directamente a Turquia y adentrarme en Asia.
El proceso fue simple,un barco de quince horas de duración hasta la isla de Ródos, haciendo escala en Santorini y otra que no recuerdo su nombre.
A las nueve llegaba a Rodos.
El cuerpo me pedía descanso tras una buena paliza en Grecia y tras sufrir tanto calor . Pero eso no fué posible, para mi es imposible descansar la mente en un lugar donde el turismo se lleva al extremo.
Carreteras llenas de coches de alquiler y abundantes restaurantes y tiendas de souvenirs provocaron que la misma tarde sacase mi billete para Turquia.
Un ferry de cuarenta minutos me dejaría en mi comienzo asiático. Feliz de mis nuevas vivencias.